Vi en el cielo otra señal, grande y admirable… Y vi como un mar de vidrio mezclado con fuego. Y los que habían alcanzado la victoria… estaban sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantaban el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: “¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso! ¡Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones! ¿Quién no te temerá, y glorificará tu nombre, Señor? Porque solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus actos de justicia han quedado manifiestos”. Apocalipsis 15: 1-4
Moisés fue un hombre que habló cara a cara con Dios. Nunca habría entrado a la historia si no hubiera sido por su madre Jocabed. La Biblia describe las difíciles circunstancias que rodearon su nacimiento en el seno de una familia hebrea de esclavos, sirviendo para la primera potencia del mundo: Egipto. “Entonces el faraón dio a todo su pueblo esta orden: Echad al río a todo hijo esclavo que nazca” (Exodo 1:22) Cuando se aplicaba el decreto con mayor fuerza, nació Moisés. Su madre lo mantuvo escondido durante tres meses en su casa y finalmente lo colocó en una canasta para que flotara en el río Nilo. La hija del Faraón se encontró providencialmente esa canasta que contenía al hermoso bebé, y la princesa egipcia quien era la hija del mayor enemigo del bebé pero Dios le hizo sentir amor de madre hacia Moisés. Fue amor a primera vista. Los esfuerzos de los padres de Moisés para conservarlo con vida se mencionan como un acto de fe (He. 11:23), lo que tal vez implique una percepción de que Dios tenía previsto para él un importante papel. Entonces, la vida de Moisés es una vida de victoria gracias a el poder de Dios actuando en su vida. Él invitaba constantemente a Dios para que le enseñara sus proyectos, para que dirigiera sus pasos, para que inspirara sus palabras- y vaya que resultó esta petición: ¡Imagina que los primeros cinco libros de la Biblia o el Pentateuco se les conoce como los libros que fueron escritos por inspiración divina, pero el instrumento humano fue Moisés. Para reconocer el último canto de victoria que los redimidos cantaremos, tenemos que echar un vistazo en la vida de Moisés. Vemos el resumen que encontramos en la carta a los Hebreos acerca de éste héroe de la fe.
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque lo vieron hermoso, y no temieron el decreto del rey. Por la fe Moisés, ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija del Faraón, y eligió antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar los deleites temporales del pecado. Y consideró que el vituperio de Cristo es mayor riqueza que los tesoros egipcios, porque miraba el galardón. Por la fe dejó Egipto, sin temer la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocara a ellos. Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra por tierra seca. Y cuando los egipcios intentaron lo mismo, fueron ahogados” Hebreos 11: 23-29
¿Por qué en una de las escenas finales que registra la Biblia, donde los redimidos cantan un himno de victoria se le llama a esta pieza musical el “Cántico de Moisés” y del Cordero? ¿Por qué el nombre de éste caudillo de la fe está ligado al nombre del Cordero ( Jesús)? Tomemos en cuenta dos aspectos de la biografía bíblica de Moisés: 1.- Debido a su amor por su pueblo Moisés estaba dispuesto a ir a la destrucción. Era un eco del Calvario, fue un hombre dispuesto a renunciar a su vida eterna por otros que aparentemente eran sus enemigos: Dijo Moisés a Dios: “Te ruego que perdones el pecado del pueblo, y si no, bórrame del libro que has escrito” Algunos han estado dispuestos a renunciar a esta vida terrenal por otros, pero Moisés estaba dispuesto a renunciar a la vida eterna. No sorprende entonces que las Escrituras unan su nombre con el de Cristo para siempre a describir ésta escena: “Y ellos ( los redimidos) cantan el cántico de Moisés y del Cordero”. Otra idea que podemos destacar en el contexto de nuestro estudio es: 2.-que Moisés anhelaba entrar a la tierra prometida. Era el pensamiento que lo animaba constantemente. Me lo imagino pensando: Espero que los israelitas vean ese maravilloso país en el que fluye leche y miel. ¿No será glorioso escucharlos gritar de alegría? …Pero, ¿ sabes que? Dios le negó ese deseo a Moisés. Y aunque Moisés le rogo a Dios: “Señor, déjame pasar y ver la tierra que nos prometiste. Déjame entrar, Dios, Padre, déjame entrar! Y Moisés estaba tan aferrado al corazón de Dios, y rogó tanto que el Señor le dio una orden , que te parecerá muy extraña.
Aquel mismo día el Señor dijo a Moisés: Sube al monte Abarin, al monte Nebo, situado en Moab, frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que doy en herencia a los israelitas. En ese monte al cual subes, serás reunido a los tuyos, como murió Aarón tu hermano en el monte Hoy, y fue reunido a los suyos. Porque pecasteis contra mí en medio de Israel, ante las aguas de la rencilla de Cades, en el desierto de Zin; porque no manifestasteis mi santidad ante los israelitas. Por eso, solo verás la tierra desde lejos, porque no entrarás en ella, en esa tierra que doy a los israelitas. Deuteronomio 32:49-52
Por última vez, Moisés se presentó en la asamblea de su pueblo… Y mientras el pueblo miraba a aquel anciano, que tan pronto les sería quitado, recordó con nuevo y profundo aprecio su ternura paternal, sus sabios consejos y sus labores incansables. ¡ Cuán a menudo, cuando sus pecados habían merecido los justos castigos de Dios, las oraciones de Moisés habían intercedido para salvarlos! La tristeza que sentían era intensificada por el remordimiento. Recordaban con amargura que su propia iniquidad había inducido al pecado por el cual tenía que morir. (Patriarcas y profetas capítulo 43).. Moisés murió con el corazón quebrantado. Pero Dios también tenía el corazón quebrantado. Pero en este episodio tan difícil de entender para el corazón humano podemos aprender: que a veces nuestros sueños más queridos tienen que morir para que los sueños de Dios puedan vivir. Moisés quería pisar la Canaán terrenal, pero Dios tenía algo mejor para él, ya que pronto muy pronto pisaría la Canaán celestial. Para este fiel siervo, quien sólo tenía una mancha en su hoja de servicios, y que a simple vista había recibido de Dios un castigo demasiado severo , Dios le tenía una recompensa impensable: Moisés fue devuelto a la vida para que fuera el representante de aquellos que murieron y que resucitarán en la Segunda Venida de Cristo… Más de 2000 años después Moisés visitó la tierra de Palestina, la tierra prometida a él y a su pueblo Israel- pero fue un muy diferentes circunstancias- tu puedes leer la historia de la transfiguración (Mateo capítulo 17), sucedió en las horas finales de Cristo, cuando las circunstancias parecían desalentadoras, Dios envió a Elías y A Moisés para que confortaran su alma. El líder del Éxodo en la cima de la montaña platicó junto con Jesús y repitió la historia de su gran decepción, y de cómo su sacrificio por el pueblo no le trajo nada más que sufrimientos y rechazo. Cristo tomó valor y prosiguió a salvarte a ti y a mí.
Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, ¡que bueno es estar aquí! Si quieres, hagamos aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Mientras él aún hablaba, una nube luminosa los cubrió, y una voz desde la nube, dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Escuchadlo a él”. Al oír esto, los discípulos se postraron en tierra, y sintieron gran temor. Entonces Jesús se acercó, los tocó, y les dijo: “Levantaos. No temáis”. Mateo 17:4-7
¿Estaremos allí para cantar el cántico de liberación? Todo el cielo se detendrá a escuchar mientras unimos nuestras voces en ese canto que hace que los ángeles queden fascinados. Qué gran emoción será cuando Cristo levante la mano y el gran coro empiece a cantar en la tierra donde nació ese cántico. En el mar de vidrio mezclado con fuego, conforme la gloria de Dios brille sobre el tranquilo mar de cristal, ¿nos uniremos finalmente a ese gran coro? Ahora es el momento de aprender ese maravilloso cántico de experiencia. ¿Estamos listos para cantar el cántico de Moisés y del Cordero? ¿Estamos listos para amar lo que no se puede amar, para amar a quien no agradece, para amar a quien no aprecia, aun a aquellos que buscan nuestro mal? Allá en la eternidad, los planetas más lejanos del cosmos se detendrán, escucharán y se maravillarán de aquellos que al final pudieron amar y perdonar como lo hizo Moisés pero sobre todo como lo hizo Cristo en la cruz y como lo sigue haciendo cada vez que tú y yo le fallamos pero volvemos a él arrepentidos. Eso querido amigo, es cantar el cántico de Moisés y del Cordero.
De acuerdo con las Escrituras, Dios es un Dios de amor; y también según las Escrituras, él es el responsable de que hayamos nacido en este mundo. El diablo no fue el responsable, ni tampoco lo fueron nuestros padres. Fue Dios. Sí, todo esto es verdad: Dios es un Dios de amor, él es responsable de nuestro nacimiento, por tanto él le da a cada persona una oportunidad adecuada para obtener la salvación. Y así lo hace. Jesús es la luz que ilumina a todos los que vienen a este mundo: “Aquel Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo”(Juan 1:9) En el juicio final nadie podrá de manera legítima señalar a otro y decir: “ Él es el responsable de mi perdición”. Todos entenderán que ellos mismos decidieron su destino. Ahora bien, el hecho de que no tengamos en nuestras manos la salvación de otros no significa que Dios no pueda usar nuestras manos para extenderles la oferta de la salvación. Podemos ser canales, medios mediante los cuales Dios obra. Podemos acelerar el proceso. ¡Podemos ayudarles a que lleguen más rápido! Podemos ahorrarles muchas pruebas y ampollas durante el camino. Podemos traerles la paz de Dios años antes de lo que habría sido si no hubiéramos hecho nuestra parte. Grabemos lo siguiente en nuestra mente: “Nuestras oraciones pueden acelerar el desarrollo de la obra de Dios en las vidas de aquellos que nos rodean”.
Al libertar nuestras almas de la esclavitud del pecado, Dios ha obrado para nosotros una liberación todavía mayor que la de los hebreos ante el mar Rojo. Como la hueste hebrea, nosotros debemos alabar al Señor con nuestro corazón, nuestra alma, y nuestra voz por” “sus maravillas para con los hijos de los hombres” (Sal. 107: 8). Los que meditan en las grandes misericordias de Dios, y no olvidan sus dones menores, se llenan de felicidad y cantan en sus corazones al Señor. Las bendiciones diarias que recibimos de la mano de Dios, y sobre todo, la muerte de Jesús para poner la felicidad y el cielo a nuestro alcance, debieran ser objeto de constante gratitud. . Todos los habitantes del cielo se unen para alabar a Dios. Aprendamos el canto de los ángeles ahora, para que podamos cantarlo cuando nos unamos a sus huestes resplandecientes (Patriarcas y Profetas , págs. 292-294).


